Tras el canto de la lotería de los niños del Colegio de San Ildefonso, abre sus puertas la Navidad, fiesta religiosa que se celebra para la conmemoración del nacimiento de Jesús en Belén, fruto de la Virgen María. Pero la Navidad cada vez más deja de ser una fiesta religiosa, para convertirse en una fiesta pagana donde los excesos aparecen por todas partes.
Estos excesos comienzan casi un poco después del verano, cuando comenzamos a comprar los primeros decimos de lotería, por allá por donde vamos, o en el entorno que nos rodea, y siempre se dice lo mismo, “bueno dámelo, por si acaso toca, aunque no tendremos esa suerte”. Pero ya en ese preciso instante comenzamos a poner el punto de mira en la navidad, y muchos echamos las cuentas de lo que haríamos con esos premios millonarios si nos tocara el gordo de la lotería de ese año.
A partir de primeros de Diciembre de cada año, no hay más que darse una vuelta por las principales calles de nuestros pueblos y ciudades, engalanadas con luces y guirnaldas para la ocasión, cuidando hasta el más mínimo detalle, para que ese alumbrado navideño nos transporte y nos lleve ha hacernos compradores compulsivos, y los pocos ahorros de todo el año los acabemos machando en alguna de las tiendas o centros comerciales de nuestra ciudad.
La Navidad es tiempo para amar, soñar, compartir, realizar nuestros deseos e ilusiones. Con cuánta alegría esperamos ese día para estar juntos con la familia, los amigos y demás seres queridos con quienes discutimos lo bueno y lo malo, lo dulce y lo amargo, lo fácil y lo difícil que pasamos durante un año más que se va. Cada quien de alguna manera colaboró para mejorar parte de su ambiente y de su calidad de vida. La Navidad es un espacio vital para el ser humano, ya que en estas fechas nuestro lado sensible cobra fuerza en nuestro interior y nos nacen momentos de ternura, momentos de querer abrazar, de besar, de dar, de querer recibir, de abrir un regalo y poder compartir ese momento de emoción con la persona amada.
En estos momentos, muchos dirían que la navidad ya no es lo que era, y que el sentido que ha tomado esta no es el que ni por asomo el que pretendía hace ya más de dos mil años el cristianismo, que visto así se habría desvirtuado bastante. Por lo que muchos ahora no sabremos que sentido tenemos que dar a estas dos semanas de fiestas y felicidad, el religioso, o el pagano de la diversión y disfrute, o más bien un intermedio que sería la mezcla de ambos, pues el uno sin el otro tendría poco sentido.
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