El
expresidente balear Jaume Matas ha sido condenado a una pena total de seis años
de cárcel y nueve de inhabilitación durante el primer juicio por el caso Palma
Arena de corrupción en las islas Baleares.
La
Audiencia Provincial de Palma considera a Matas culpable de inducción al fraude
a la Administración, por el que le condena a cinco años y tres meses de cárcel,
delitos continuados de falsedad en documentos oficiales y mercantiles, más
delito continuado de prevaricación en un concurso medial. Por todos ellos, le
condena también a inhabilitación para cargo público durante cinco años.
El
mismo tribunal le considera autor de un delito de tráfico de influencias, con
una pena de nueve meses y un día, más otra inhabilitación de cuatro años, seis
meses y un día.
El
“asunto Matas” es más grave de lo que puede parecer, porque siendo cierto que
Matas ya no es miembro del Partido Popular, no es menos cierto que sus
trapicheos los realizó cuando era militante activo y Presidente de Baleares por
el PP. Que no se obvie el dato.
Lo
mismo que en el año 2.004, el hoy Presidente del Gobierno, a la sazón Mariano
Rajoy, nos lo ponía de ejemplo a seguir, a todos los Españoles, al ser según él
un presidente modelo, un presidente que se dejaba la piel por su Comunidad y
sabia como se tenia que gobernar. Pues bien ahora que un tribunal ya lo ha
declarado culpable, nos damos cuenta que tanto celo y diligencia, lo tomaba en
beneficio propio, para enriquecerse y lucrarse a costa de los ciudadanos y
ciudadanas de Baleares. Y es que ahora el Presidente Rajoy tiene que estar muy
arrepentido de las palabras que en su día dijo, pero lo cierto es que las dijo,
de alguien que ese momento, ya amasaba su fortuna con todas estas argucias y
que además era activo militante del PP, y con el respaldo del entonces
presidente de su partido. Por eso en política, uno siempre está preso de sus
palabras, siempre tiene que responder por ellas, y no hay otra forma de
respuesta que asumir la responsabilidad política que le corresponda.
En
un partido político, cuando le condenan al que ha sido su número uno en una
comunidad autónoma, no vale sólo que diga que acata la condena, que faltaría
más, sino que debe cuando menos su máximo dirigente a pedir perdón a la
ciudadanía por todos los males que esté causó, y no tener dos varas de medir,
una, en la que contra los casos de corrupción que no son de su partido, son
contundentes e implacables, mientras que en los que son suyos propios hacen la vista
gorda y miran hacía otro sitio, intentando distraer la atención.
En
España, la justicia es lenta, pero al final termina golpeando de manera eficaz
y efectiva, y el que la hace la paga, y en sentencias como esta de gran valor
pedagógico no se puede permitir que aumente en la sociedad la sensación de que
los delitos de corrupción quedan de vez en cuando impunes.
Y
ahora que esto no ha hecho nada más que empezar, puesto que el caso Palma Arena
se ha ramificado en veinte tantas piezas más, que seguro que de una manera
expectante nos depará alguna sorpresa más y por supuesto a todos no nos quedara
más remedio que acatar las sentencias que se vayan dictando por parte de los
tribunales
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