La crisis ésta es tan dura y pertinaz que nos viene azotando ya desde
hace algunos años, y de la que quedan todavía quedan otros pocos años para que
podamos salir de ella, y está haciendo una gran mella en muchos sectores de la
sociedad, mermando de manera considerable la prestación de muchos servicios o
la profesionalidad de los mismos.
Sí hay un sector al que se le está haciendo un daño terrible con las
medidas que se están tomando, ese es el de la sanidad, al que por unos u otros
motivos, se le está metiendo la tijera cada vez más, no sólo por parte del
gobierno central, sino también por parte de las propias comunidades autónomas,
que cuando se le ha fijado un tope en el techo de déficit, se han ido de cabeza
a meter la mano en el cajón de la sanidad, pues se ve que ahí es de donde mejor
se saca para tapar ese severo techo que nos impone el Gobierno Central y la Troika.
Sorprende y mucho que hace unos cuantos años solamente, nuestro modelo
sanitario se estaba poniendo de ejemplo en muchos países, y principalmente en
EEUU, que de una manera o de otra pretendían copiarlo o cuando menos imitarlo,
para conseguir un sistema muy parecido al nuestro que le diera cobertura
sanitaria, universal y gratuita a toda la población, y por supuesto de una gran
calidad, tal como se venía haciendo durante décadas en España, que era pionera
en muchas ramas y sobre todo en muchos tratamientos de muchas enfermedades
bastante efectivos y eficaces.
En cambio todo lo que durante décadas se ha ido consiguiendo con mucho
esfuerzo y sacrificio, ahora en unos cuantos meses se está diluyendo como si
fuese un terrón de azúcar, y no sólo que ya apenas se hagan hospitales nuevos,
sino que se desmantelan unidades que hasta ahora habían sido emblemáticas y el
buque insignia de nuestra sanidad, se cierran urgencias de los centros de
salud, se reducen las plantillas de los grandes hospitales, y con ellas el
número de camas disponibles para los enfermos que las puedan necesitar, o
llegamos tarde a cualquier terapia o tratamiento que están inclusive causando
la muerte de pacientes que están en estado crítico.
Cierto es que este sistema sanitario es costoso, que por supuesto se
tiene que optimizar de manera importante todos los recursos y no se puede
malgastar ni un solo céntimo de euro que no sea necesario. Pero que se tenga
que gestionar con rigor y sin despilfarro, no quiere decir que tengamos que
cambiar el modelo, sino que tan sólo lo que se tiene que hacer es analizar lo
que tenemos, o más bien lo que teníamos, para ver en que se podía estar
fallando y donde habría que optimizar mucho más los recursos, de tal manera que
cuando el dinero es escaso como en la época en la que nos toca vivir, se pueda
seguir prestando el servicio con la profesionalidad y calidad que se venía
haciendo.
Lo que ocurre que estamos pasando de un sistema asistencial a un sistema
netamente mercantilista que conduce de manera inexorable al desmantelamiento
del sector público, en aras de la potenciación de la sanidad privada, dejando
de esta forma apartados a miles de usuarios que no tendrán los recursos
suficientes para costearse esa sanidad privada y quizás cuando nos vengamos a
darnos cuenta de todo esto, puede que sea demasiado tarde y no haya forma de
recuperar y poner en pie de nuevo una sanidad pública que ya se nos habrá
muerto y sin posibilidad de resurrección, que será lo más grave.