Las previsiones
de la OCDE de ésta semana son demoledoras y hacen que mientras que los líderes
europeos tantean un primer esfuerzo conjunto contra el desempleo, cinco años
después de que estallara la Gran Recesión, la deriva destructiva de economías
atenazadas por el endeudamiento privado y los rigores de la austeridad que ha
sido administrada por esos mismos líderes europeos, no espera, y estima que la
tasa de paro, que arrancó el año con un nuevo récord, 6,2 millones de
desempleados, un 27,16%, cerrará 2013 en el 28%, y que ese será el promedio
para 2014, muy alejado del pronóstico del Ejecutivo de Rajoy, que cree que la
reducción de la población activa haría disminuir la tasa de paro al 26,7% el
próximo año.
El organismo
internacional cree que la falta de crecimiento, la debilidad de la
recuperación, es más preocupante que la lentitud en el ajuste del déficit
público. "El Gobierno debería alcanzar sus objetivos fiscales en términos
estructurales, pero dejar que los estabilizadores automáticos actúen
libremente", añade. Es decir, que ese ajuste tenga en cuenta que algunos
incrementos de gasto tales como prestaciones por desempleo, intereses, están
ligados a la recesión y que remitirán cuando la recuperación se fortalezca.
Antes estos
malos augurios nadie se ha parado a pensar y con razón la razón del mundo, que
la actual política, no sólo en España, sino el conjunto de la Eurozona, funciona
rematadamente mal. Es más, la OCDE asegura que la zona Euro, con su recesión a
cuestas, es la gran amenaza para la economía mundial. Aún así, no parece, al
menos a tenor de los discursos públicos, discursos de ésta misma semana, que la
hoja de ruta vaya a cambiar, y mal o muy mal vamos por lo que se deja entrever,
pues si pensábamos que estábamos mal, llegó la OCDE a decirnos que vamos a
estar peor, y se quedan tan panchos cuando sueltan estas cosas.
Tan panchos porque
son ellos mismos los que han venido haciendo día tras día las previsiones y las
recetas que nos han llevado hasta esto, movidos por una mano oculta que es la
que les dicta lo que se tiene que hacer en cada momento, y por donde deben ir
las políticas de cada Estado o de cada Zona, importándoles, como se ve, muy
poco las consecuencias que nos están acarreando éstas políticas basadas en la
austeridad atroz y sin moderación alguna, que están produciendo un paralización
total de las economías en general y de la Española en particular.
Rajoy no gestiona,
sobrelleva la crisis como puede. Y en ese trance, sus principales activos son
la holgada mayoría parlamentaria y la falta de una alternativa política creíble
programática y organizativamente, es decir, verdaderamente amedrentante.
Gracias a esos dos activos ha logrado esquivar el segundo rescate, poner
sordina a los cantos de sirena de los pactos de estado o del gobierno de
"unidad nacional" y mantener a raya y dispersa la crecida resistencia
social. Lo que no ha logrado evitar es la incesante erosión de su legitimidad
electoral, de su base electoral y de la del conjunto del régimen bipartidista.
Tampoco ha escapado a las devastadoras dentelladas de la crisis financiera del
estado de las autonomías, ni al destape generalizado de la corrupción, que es,
sobre todo, manifestación de la ruptura del consenso hegemónico de las clases
rectoras del capitalismo oligopólico de amiguetes políticamente promiscuos de
la Transición, y ante este panorama deben preguntarse los políticos ¿sí se
están haciendo las cosas bien?
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