Seguramente que
aún está echando humo la chimenea de la Capilla Sixtina, y el nuevo Papa ya
tiene una gran tarea por delante y una gran labor que emprender, ante la organización
social más importante del mundo y como Jefe del Estado Vaticano. Tareas ambas
que a buen seguro a Francisco I le traerán más de un quebradero de cabeza.
Quebraderos de
cabeza que empezaran cuando se siente en la mesa de su despacho Papal, o en la
del Jefe del Estado del Vaticano y tenga que tomar decisiones tan importantes
como que hacer con los casos de pederastia que están ocurriendo en el seno de
la Iglesia Católica en muchos países, que desde hace años la vienen poniendo en
umbrete y que hasta ahora no ha habido
quien de una manera tajante le haya dado una solución definitiva a estas
situaciones que están ocurriendo.
No podrá
Francisco I ser ajeno a los grandes escándalos que desde el lado de las
finanzas y su poderoso banco Ambrosiano atenazan a la Curia Romana por esas
luchas internas en el control del mismo, principalmente por aquello de que
quién tiene el dinero tiene el control y sobre todo ese control económico se
extiende como una mancha de aceite a todas partes del mundo, y que hasta ahora
ha demostrado que el dinero no tiene amigos y que desde el Banco Ambrosiano se
profesa todo lo contrario que la Iglesia hace en cada liturgia, pues no en vano
este banco tiene serias acusaciones de lavar dinero procedente del narcotráfico
y las mafias, de practicar un oscurantismo que se remonta años atrás a la
extraña muerte de su presidente durante en Papado de Juan Pablo II y de la que
aún quedan muchas cosas por esclarecer.
Tampoco puede el
flamante Papa pasar por alto uno de los grandes escándalos que la Iglesia sigue
intentando cerrar en falso durante décadas como es la corrupción moral de la
curia romana, y que se acaban de
presentar en el zaguán del Vaticano justo en el momento más delicado, tras la
renuncia de Benedicto XVI, dejándole una patata caliente encima de la mesa a
Francisco I, de este gran escándalo de homosexualidad en su propia casa, en la
casa donde de puertas para fuera han sido más contundentes contra ella, donde
una y otra vez los han azotado y defenestrado de cara al público que ha
permanecido ajeno por el gran tapado que de los mismos se ha hecho desde la
alta jerarquía eclesiástica.
La Iglesia
Católica necesita resolver sus problemas internos antes de presentarse ante la
sociedad como una entidad dispuesta a ayudar a resolver los problemas que la
ciudadanía padece, de tal manera que así el nuevo ocupante del Trono de San
Pedro pueda abordar con garantías de éxito la nueva evangelización que tanto se
nos viene anunciando ante la pérdida de fe que desde hace ya unas décadas se está
produciendo en el mundo y que la Curia Roana no es ajena a ella. Porque no se
les puede olvidar que en momentos difíciles, cuando la sociedad más lo ha
necesitado, se han puesto siempre del lado de los más poderosos, y hemos visto
como Obispos y Cardenales, le daban la comunión a grandes dictadores de Europa
y América Latina, muchos de ellos condenados por crímenes de guerra y contra
lesa humanidad.
El nuevo Papa
tiene en su mano el cambio, tiene en su mano el continuismo o el pasar página
para que ahora más que nunca la Iglesia se abra al mundo.
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