La candidatura de Madrid 2020 ha
cosechado uno de los fracasos más grandes que jamás nadie podría esperar. Donde
todo el mundo se las prometía feliz y contento, donde todo iba a ser
prácticamente un paseo militar, para certificar lo que a todo el mundo nos
habían vendido como una evidencia, de que Madrid organizaría los Juegos
Olímpicos del 2020, resultó ser unos de los fiascos más grandes que se han
tenido en la historia de éste país y sobre todo los ciudadanos que en éstas
olimpiadas tenían puestas sus ilusiones.
La decepción fue general tanto
en el Hilton de Buenos Aires como en la Puerta de Alcalá en Madrid que se había preparado la fiesta
para celebrar la que parecía la casi segura designación. Para la reunión del
comité olímpico fue una expedición con 190 personas entre deportistas y
políticos encabezados por el príncipe Felipe y el presidente del Gobierno. No
lo siento por los que hacia allí viajaron a gastos pagados y bufet libre. Que a
buen seguro le han costado al erario Español una suma importante de euros, el
estar una semana en Buenos Aires a cuerpo de rey. Y no sólo eso sino que muchos
de los que allí fueron ya se habían repartido cargos o contratos a la espera
del maná de dinero que iba a circular, nos vendieron que este iba a ser el
remedio para nuestra crisis de identidad y orgullo maltrecho pero la solución
para los próximos años no está en Buenos Aires sino en Madrid, Barcelona o San
Sebastián.
España ha hecho el ridículo más
grande que podía hacer en la defensa de la candidatura de Madrid 2020, con
negociaciones casi nulas entre los miembros del COI para arañar votos, con una
intervención en inglés ante la asamblea de la Sra. Alcaldesa de Madrid, Doña
Ana Botella, que raya en el esperpento. Pues no puede olvidarse que el asunto
no ha sido que Tokio haya ganado la batalla para la organización de los Juegos
Olímpicos del 2020, sino que Madrid fue eliminada a las primeras de cambio tras
haber empatado con Estambul ¡con sólo 26 votos! A alguien le engañaron y
alguien nos engañó convocando a los ciudadanos madrileños y a muchos españoles
a una celebración imposible, con traca de cohetes incluida que tuvo que ser
desmontada en la oscuridad de la noche en medio de El Retiro.
La pregunta correcta no es por
qué no nos los dieron, sino porqué tendrían que habérnoslos dado. Sin entrar en
detalles, está claro que la organización de las Olimpiadas se rige entre otras
cosas por un complejo y delicado equilibrio de geoestrategias planetarias. Seguro
que una buena organización y una buena presentación influyen, pero dudo mucho
que sean el factor más importante. El
rotundo fracaso del sueño olímpico español coloca a la sociedad española frente
a una realidad que siempre le ha sido ocultada por el poder: España es un país
quebrado, sin amigos en el mundo, sin peso internacional, lleno de
desempleados, marcado profundamente por la corrupción, con tendencias
separatistas internas, con sus políticos desprestigiados y rechazados por su
pueblo, sin democracia, minado por los privilegios de los poderosos, el
despilfarro, el endeudamiento y otras lacras que permiten que sea tomado muchas
veces como ejemplo de mal gobierno, decadencia y derrota. Fracasos como el olímpico, demuestran
que España no sólo debe regenerar su degradada democracia y su dañada economía,
sino que debe replantearse sus alianzas y dotarse de un liderazgo decente y
justo que, aceptado por el pueblo y apoyado por los ciudadanos, sin abusos,
suciedades y divisiones partidistas, sea capaz de conducir al país hacia el
resurgimiento y el respeto internacional.
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