Hace unos días ocurría en
España uno de los accidentes de trenes más trágicos que han ocurrido en las
últimas décadas, muriendo setenta y siete personas y dejando cientos de heridos.
Víctimas que tardará que pasar mucho tiempo para que se nos olviden las
imagines que todos y en todos los medios de comunicación hemos podido ver. Y
que quizás nadie podía imaginarse en pleno siglo XXI y mucho menos en España. Cuando
día tras día se nos resaltan de las bondades del ferrocarril de nuestro país y
de los avances que él mismo ha tenido tras la paulatina implantación de la alta
velocidad.
Se me estremeció el cuerpo
cuando escuche en la radio que un tren cerca de Santiago de Compostela había
sufrido un accidente, pero mucho más me estremecí cuando empecé a escuchar que
el accidente era mucho más grave de lo que en un principio se pensaba y que el
número de víctimas subía como la espuma, y una tras otra sumaban aumentando la
angustia de todos los Españoles en general y de los familiares en particular.
A veces cosas como estas resultan
difíciles de creerlas, y más que una realidad parecen un sueño, o más bien una
pesadilla. Una pesadilla sobre la que surgen muchos interrogantes, de muy difícil
explicación para muchos, porqué yo no dejo de pensar que como un tren con más
de doscientos pasajeros a bordo, esté a merced de una sola persona, que va sola
encerrada en una cabina y que nadie puede saber que le puede estar ocurriendo
en cada momento del viaje. No me puedo creer que a lo largo del trazado
ferroviario no existan sistemas de seguridad que puedan detener el tren en caso
de cualquier emergencia o contratiempo que durante el viaje pueda surgir y por
estos no se puede dejar el tren en las manos de una sola persona.
Estoy completamente seguro que
debe haber muchos sistemas de seguridad que pudieran parar el tren en cualquier
momento sin la intervención del maquinista, y que seguramente nos enteraremos
en un futuro que habrá pasado con ellos en este tramo de la vía, si han fallado
o no, si han funcionado correctamente o no, pues en este, tan grave accidente,
no se puede dejar nada que quede sin esclarecer, no se puede quedar ningún
punto oscuro y la verdad tiene que resplandecer por encima de todo, ya que son
setenta y siete vidas humanas las que se ha llevado por medio y cientos de
heridos a los que les va a dejar una huella que nunca se le borrará.
Cuando se termine toda la
investigación sabremos si la culpa ha sido sola del maquinista, o si algún
sistema de seguridad más de los que deberían estar en la vía, no ha funcionado
correctamente, o por aquello de los recortes no había los que tendría que haber
o más bien no funcionaban correctamente los que había instalados, o no hicieron
la función para la que pusieron. Pues de ser así y no tener en perfecto estado
de funcionamiento estos dispositivos, o de no estar correctamente instalados
los que tenían que estar, tendremos que volver la mirada no sólo al maquinista,
sino hacia más personas que pudieran ser tan responsables de esta tragedia como
en un principio parece que pudiera ser el propio maquinista, y que por supuesto
tendrán que pagar por todo ello, aunque la vida de esas setenta y siete personas
ya no las vamos a recuperar.
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