Esta semana tenía
pensado escribir sobre el tema de los aranceles al aceite de oliva español que
ha fijado la administración Trump, pero como esto es un tema que a buen seguro
que traerá cola, he dado un giro de trescientos sesenta grados y voy a dedicar
mi columna de esta semana a un gran hombre que ha tenido un importante
reconocimiento por la sociedad jienense, como es Pepe Márquez, y que realmente
se merece estas quinientas palabras que son pocas para poder elogiar la bondad
y grandeza que lleva acompañándole desde siempre.
Me gustaría comenzar
por el Pepe Márquez trabajador que cada día acudía a su puesto de Director
Comercial de la Caja Rural de Jaén, entidad a la que ha aportado muchos granos
de arena para que sea grande y solvente para esta provincia, a la que le ha
dedicado la mayor parte de su vida laboral y en la que estaban hecho el uno
para el otro y el otro para el uno. Llevando por bandera el nombre de la Caja
Rural de Jaén a todos los rincones de la provincia en particular y del mundo
entero si hiciera falta.
Pepe Márquez siempre lo
encontrabas allá donde fueses a buscarlo, en su despacho, en el teléfono o
caminando por la calle, donde no le importaba ni le importa pararse contigo el
tiempo que hiciera falta para saludarte y preguntarte por tu vida, por tu
familia o por tus proyectos de los que él estaba siempre dispuesto a ser
participe con la Caja Rural de Jaén como referencia y como entidad que la ponía
a tu servicio para todo aquello que pudieras necesitar en todo momento.
Siempre recordaré,
cuando me encuentro con Pepe Márquez, que aparte de saludarme de manera
afectuosa, me ensalza la figura de mi padre y me recuerda aquel cuento que un
día le dedicó en el que Ramona una gran mujer viuda de un pueblo de la sierra,
y con la ilusión de emprender un negocio de fabricación de quesos, iba a la
Caja Rural a pedir la financiación oportuna para poder iniciar su negocio.
Recuerdo que Pepe Márquez me hace de mi padre por ser una de las personas que
siempre estuvo de frente ayudando a mi padre en todo aquello que él lo
necesitó.
Por supuesto tampoco
nunca olvidaré la llamada de Pepe Márquez, cuando enterado de la noticia del
fallecimiento de mi padre, tras trasladarme su más sentido pésame, se disculpó
por no haberse enterado a tiempo para asistir al sepelio, pidiéndome que cuando
le dijésemos el oportuno funeral le avisará para poder estar, cosa que cumplió
al pie de la letra y allí estaba en la misa funeral de mi padre como él me dijo
por la amistad que le unía con él, por lo mucho que lo apreciaba y el cariño
que siempre le tuvo.
Pepe Márquez se jubila
ya de la Caja Rural, pero seguro que seguiremos contando
con él como una gran persona de la sociedad civil de esta provincia, a la que
se ha dedicado en cuerpo y alma desde siempre y por la que seguirá trabajando
desde el lugar que le corresponda, porque allí donde sea necesario seguiremos
viendo a Pepe Márquez con su impoluto traje azul, su camisa blanca y su corbata
verde y esa sonrisa de aprecio y cariño que nos dedica a todos los que nos
conoce.
No hay comentarios:
Publicar un comentario