El próximo domingo estamos todos llamados a las urnas
para elegir a los representantes de cada uno de los partidos, tanto para el Congreso
como para el Senado, que serán los representantes del pueblo en cada una de las
dos cámaras. Representantes a los que se les encomendarán las tareas propias
del poder legislativo, para que puedan dictar las Leyes que serán de obligado
cumplimiento para toda la ciudadanía, vinculándonos de una manera u otra a todo
el mundo y por supuesto generando las mismas derechos y obligaciones que a unos
nos podrán gustar y otros seguro que odiaran.
A lo largo de la historia el ser humano ha intentado
encontrar la mejor forma de que una sociedad sea representada, debido a que la
vida en comunidad conlleva al establecimiento de reglas y con ello a una forma
ordena de convivir. Una de estas reglas que se estableció desde que el hombre y
la mujer cohabitaron en el mismo espacio fue el buscar y designar a un líder
que guiara el quehacer cotidiano de la comunidad y, con ello, que ayudara a dar
respuesta a los problemas que se llegaran a presentar.
Las elecciones, por lo tanto, pueden ser entendidas como
el primer intento formal por romper con la irrisoria manera de colocar a los
dirigentes nacionales, entiéndase, monarcas, o con esa forma barbárica de tomar
el poder y dejar al pueblo sin brazos ni piernas, es decir, las dictaduras
militares. Importante resulta subrayar que las elecciones no son sinónimo de democracia,
pero son la puerta hacia una vida democrática, la ventana hacia la elección de
quien debe dirigir al pueblo, el espacio por el cual el ciudadano puede y debe
exigirle a su representante que atienda a sus llamados, y una forma en que la
élite gobernante y el ciudadano entran en contacto y crean una relación de
intercambio positivo.
Un rasgo típico en las campañas electorales es la
tendencia a sobredimensionar los problemas que enfrenta el país y presentar las
propuestas propias como la única y excluyente solución. Por eso que es
importante que en este lapso se ponderen en su justa medida esos problemas y se
aquilaten también los logros que han permitido al país tener sustanciales
avances en los últimos 30 años, sabiendo muy claro de la mano de qué partido
han venido la mayoría de ellos. Si esos progresos han sido posibles es porque
los distintos sectores han reconocido que las soluciones que plantean a las
necesidades del país ya no son proyectos excluyentes y totalizantes, sino que
requieren del aporte y del apoyo transversal que le permitan al país avanzar
sin comprometer la estabilidad política, social y económica que hoy tiene. Esta
estabilidad es, en realidad, una característica de las naciones desarrolladas y
tiende a ser subvalorada.
Por eso el próximo domingo tenemos todos un Derecho, pero
todos también una obligación, que no podemos dejar pasar por alto, pues al
final votemos o no, se conformará el poder legislativo que será el que hará las
Leyes que todos tendremos que cumplir. Leyes que muchas veces pueden servir
para darnos y aumentarnos en derechos, o todo lo contrario para recortárnoslos,
como nos ha venido ocurriendo en los últimos años que al rebufo de la crisis,
lo que muchos han pretendido es cambiar del modelo social tal como lo
conocíamos, hacía un modelo mucho más liberal donde los ciudadanos contamos
bastante poco.
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