En estos días se cumple el treinta y siete aniversario de la Constitución
Española de 1978. Encontrándonos ante el periodo más largo de la historia de
España de paz y tranquilidad política que nunca había existido. Periodo en el
que los avances sociales han sido históricos, llegando al mayor progreso de la
sociedad Española en cualquiera de los sentidos o de los campos que podamos
mirar desde aquel 6 de diciembre de 1978, en el que el pueblo español decidió
dotarse de esta Carta Magna, que hoy se coloca en la cúspide del ordenamiento
jurídico.
La Constitución actual es la más longeva de la historia de nuestro país y
ha demostrado ser un vínculo indispensable para articular nuestra sociedad. En
los últimos años, cada vez se escuchan más voces pidiendo su sustitución o, al
menos, una cierta renovación. La Constitución de 1978 es un texto fruto de un amplio consenso. En el
delicado momento en que se gestó, tras casi cuarenta años de dictadura. Donde se
trató de primar un auténtico pacto nacional para la convivencia en paz y en
libertad, mediante un método sencillo, pero no por ello menos meritorio: el
consistente en no introducir en la Constitución ninguna norma, regla o
principio que resultase absolutamente inaceptable para alguna de las fuerzas
políticas que habían obtenido representación en las Cortes.
En estos 37 años, la Constitución apenas ha sufrido modificaciones y su
articulado se ha desarrollado casi por completo. El caso es que muchas voces
creen que lo que era bueno para la sociedad de la Transición, se ha quedado
anticuado para esta España del siglo XXI. Además, buena parte de la sociedad no
siente como suya una ley, que sólo pudieron votar aquellos ciudadanos que hoy
tienen más de 55 años. Ya que la España de hoy nada tiene que ver con la España
de 1978. Por ello la Constitución del 78 es una norma que ha quedado superada
por el tiempo y debe renovarse, pues no debe quedarse en una foto fija.
Sería impensable el que ahora en los albores de 2016 adoptáramos como norma
fundamental cualquiera de las Constituciones decimonónicas que hemos tenido a
lo largo de la historia de este país, cuando la inmensa mayoría de la sociedad
está pensando en más autogobierno y gobierno compartido. Consiguiendo con esto
mucha más democracia, no solo a nivel horizontal, entre los distintos órganos
que componen el poder del Estado, sino también vertical, entre los diversos
territorios. En definitiva, síntesis entre unidad y autonomía, y al mismo
tiempo una síntesis entre igualdad y diferencia.
El mapa político ha cambiado y ahora hay muchas fuerzas que plantean la
reforma como una necesidad. De hecho, son mayoría. Por tanto, esa cerrazón de
alguna otra fuerza por no entrar a considerarla no es realista. En España solo
se ha reformado la Constitución dos veces, por temas muy concretos. En Alemania
se ha reformado más de 60 veces. En Francia, 24. En Italia, casi una veintena.
En Portugal, siete veces. Nosotros estamos manteniendo una norma que no expresa
lo que es la España del 2015. La Constitución española de 1978 no puede ser la
del 2015. Estamos llegando tarde. No es solo necesario, sino también urgente.
Se debe abordar cuanto antes una reforma constitucional que si dé cabida a la
España de 2016 y en adelante.
No hay comentarios:
Publicar un comentario