Vamos
a ver: tenemos una epidemia global, con miles de muertos e infectados en África
a la que apenas le prestamos atención; montamos todo un sacramental cuando
descubrimos los primeros enfermos aquí en casa; las autoridades naufragan a la
hora de transmitir un mínimo de tranquilidad, hay psicosis, hay miedo, circulan
bulos apocalípticos por Internet y las redes sociales y además fabricamos un
héroe de cuatro patas con nombre de espada legendaria, al que sin pudor alguno
se le termina sacrificando como chivo expiatorio de todos los males de esta
enfermedad.
Ha tenido que llegar el ébola a occidente para que
se tome en serio después de años matando en África sin inmutarnos, donde esta
enfermedad ha venido matando a miles de africanos, pero como era una enfermedad
de negros y si me apuras de negros pobres, que llevan décadas muriendo a
consecuencia de ella, el mundo entero a preferido siempre mirar para otro lado
porque parecía ser que eso no iba con los demás.
Es evidente que se ha producido un fallo grave
cuando el formidable sistema sanitario español no ha impedido que se produzca
en territorio nacional el primer caso de infección por el virus del ébola
registrado fuera de África, donde la enfermedad ha causado ya más de tres mil
muertes. La paciente es una auxiliar de enfermería que trabajó en el
dispositivo puesto en marcha para atender a uno de los dos misioneros que
fueron trasladados a España tras contagiarse en los países africanos donde
desarrollaban una larga y meritoria labor humanitaria, últimamente centrada en
ayudar a las víctimas de la epidemia. Pero la primera obligación del Gobierno,
en este trance, es tratar de salvar la vida de la sanitaria hospitalizada con
todos los síntomas del ébola, vigilar a las otras personas ingresadas y activar
los mecanismos necesarios para proteger a su familia, amigos y todas aquellas
personas que hayan podido ser a su vez infectadas por un virus que se transmite
por vías perfectamente conocidas y concretas.
Ahora ya lo tenemos instalado en casa y mientras
Bruselas saca los colores al Gobierno Español, por como se ha gestionado el
traslado de los dos enfermos terminales de ébola que se trajeron desde África.
La Ministra de Sanidad echa la culpa del contagio de esta enfermera a ella
misma, es su único afán el de buscar un culpable, para que quede como que esta
persona, debido a su imprudencia se contagio por no cumplir con los protocolos.
Protocolos que por otro lado al parecer no están demasiado contrastados para
que sean efectivos y eficaces de cara a evitar los posibles contagios. Por ello
las autoridades sanitarias, con la ministra a la cabeza, tienen el deber de
investigar el origen de la infección, revisar la corrección de los protocolos
de actuación previstos en estos casos, averiguar si se han cumplido o se ha
producido alguna vulneración y si ha habido un error o imprudencia humana que
haya hecho posible este caso, que ha colocado al sistema de salud español al
frente de las malas noticias en el mundo y ante las sospechas de las
instituciones internacionales. Pero como quiera que sea ahora no es el momento
de buscar culpables, sino es el momento de buscar las soluciones. Soluciones a
un problema bastante serio que planea en convertirse en una pandemia mundial.
El ébola es una enfermedad cruel, por su virulencia,
pero también porque el contagio se produce entre familiares y cuidadores, entre
aquellos que alimentan, hidratan y limpian a los enfermos, entre aquellos que
amortajan con duelo a sus muertos. Solo un despliegue de solidaridad
internacional de gran magnitud podrá igualar y amilanar la crueldad de la
infección y revertir su curva de crecimiento descontrolada. Todos nosotros
tenemos el deber moral y la responsabilidad de facilitar recursos para aumentar
los centros de aislamiento, establecer laboratorios móviles y habilitar puentes
aéreos para enviar personal y suministros. El Ministerio de Salud tiene, en
este contexto, un papel esencial que jugar y tendrá que hacerlo a la altura de
las circunstancias. Que son graves, ciertamente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario