"Actuar es fácil, pensar es difícil; actuar según se piensa es aún más difícil"

OTRA SORPRESA MÁS

Si primero fue el Brexit, luego el referéndum de paz en Colombia, ahora ha sido Donald Trump, quien ha dado la campada y contra todo pronóstico se ha proclamado en el flamante presidente de los Estados Unidos de América. Presidencia que ocupará durante los próximos cuatro años, por increíble que parezca, pero tendremos que aguantarlo a pesar de sus extravagancias, desencuentros y desaires que nos tiene acostumbrados, sobre todo durante la dura y tensa campaña electoral que ha rivalizado contra Hillary Clinton, hasta llegar a ser el próximo inquilino de la Casa Blanca, aunque ahora le esté pesando a más de medio mundo.
La elección de Donald Trump, este martes, completa una tripleta de votaciones que tuvieron en común haber concentrado la atención mundial, el palo en los resultados y, sobre todo, que las campañas enfocadas en invocar miedos o enemigos colectivos terminaron siendo tremendamente efectivas. En todos los casos ha triunfado la mentira. Pues por lo que vemos existe un hilo conductor entre Álvaro Uribe, el populista hombre orquesta que dirigió la campaña por el no en Colombia; Boris Johnson, la figura más carismática por el no a la permanencia de Reino Unido en la Unión Europea; y Trump, que insulta a la verdad cada hora del día en su campaña para que la estupidez tome posesión de la Casa Blanca. En todos los casos —Uribe, Johnson, Trump— la mentira ha sido un instrumento del miedo, la más primaria de las emociones humanas, la que más alborota los procesos mentales de los niños pequeños, la que apela a los terrores que asaltaron a nuestros ancestros desde que se empezaron a escribir los libros de historia, y seguramente desde antes de la edad de piedra.
Los tres sucesos dejan claro que una cosa se dice en sociedad y otra en las urnas y que en los tres casos se ha derrotado lo políticamente correcto, generando una peligrosa situación de adiós a las máscaras. Una coyuntura marcada por la sinceridad de posiciones que puede acarrear posturas extremas, pues activará rechazos abiertos a fenómenos como la falta de solidaridad, la paz anhelada y el mismo libre comercio, que en tiempos pasados eran valores nunca discutidos por líderes políticos y económicos. Muchas cosas se deben revaluar frente a esos tres sucesos: la generalización reinante de que todos somos solidarios; que todos estamos de acuerdo con un solo concepto de paz y que las teorías del libre mercado son verdades absolutas ligadas al bienestar de los hombres. Si la tendencia se mantiene, van a aflorar discusiones necesarias que deben generar nuevos consensos en donde las posturas frente a los hechos sean más sinceras.
Atravesamos por estos días por una época de cambio, mas no por un cambio de época, un juego de palabras de gran calado que se refiere al rediseño de paradigmas en un tiempo de sobre saturación informativa en el que el individualismo decide finalmente qué hacer frente a los dilemas que proponen los medios de comunicación y las redes sociales. La gente está haciendo lo que sus convicciones le dictan generando dos tipos de discursos: uno, el políticamente correcto y otro, el que verdaderamente representa sus intereses subyacentes, que según los resultados electorales de las citadas tres consultas es lo que prima entre la ciudadanía.



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