Hace pocos días pude ver la situación de los embalses en la provincia de
Jaén, donde las reservas hídricas se situaban a poco más del 57% de su
capacidad, 13 puntos menos que hace justo un año, situando a muchos de ellos en
situación de alerta, de tal manera que una nueva sequía planea en nuestro
territorio, que como todos bien saben tiene un clima mediterráneo, en el que se
suceden periodos secos con periodos húmedos, y ahora podemos estar en la
antesala de uno seco, aunque eso siempre será una incógnita.
Por estos territorios sabemos muy bien que es
hablar de sequía. Sabemos muy bien que es tener sólo un par de horas de agua en
nuestras casas. Sabemos muy bien que estar tres años sin cosecha, por lo que
los rigores meteorológicos, que los hemos vivido en nuestras propias carnes,
suelen ser demasiados duros, llegando a ver como se ha secado el río
Guadalquivir por completo sin que por él circulara ni una sola gota de agua.
Pero este clima mediterráneo es caprichoso y lo
mismo que padecemos sequías inusitadas, en pocos meses pasamos al extremo contrario, con inundaciones que anegan buena parte de nuestras tierras, o
viviendas, por la gran crecida que experimentan ríos y arroyos, llenando los
pantanos de forma considerable, que son los que de alguna manera nos hacen
amortiguar la escasez de lluvia en un momento determinado.
El agua se está convirtiendo en un factor de
inestabilidad en todo el planeta, nos dice la FAO. Pueden ocurrir guerras por este motivo, porque se trata de
garantizar la vida, frente a la visión del mercado se trata de imponer su lógica al agua. El agua
concebida como mercancía, como recurso hídrico, distorsiona las relaciones que
tenemos con ella como bien vital, primero por la competencia desenfrenada por
las grandes empresas, que llegan incluso a impedir acuerdos de colaboración y
perjudican a las poblaciones, o por la búsqueda desenfrenada de la
rentabilidad, o por el escaso respeto del principio de solidaridad social, de
comunidad, de interés con respecto a las cuencas hidrográficas que trascienden
los límites de las naciones.
Ahora que parece que tímidamente están
apareciendo las primeras lluvias del otoño, no sabemos si será el preludio del
abandono de la sequía meteorológica que venimos padeciendo en el último año, o
tan sólo un lavado de cara que se diluirá en la sedienta tierra y en pocos días
habrá desaparecido la humedad por ella dejada haciendo perdurar la sequía en el
tiempo con las nefastas consecuencias económicas y sociales que para nuestro
territorio tiene esta situación de sequía que nos amenaza periódicamente.
También es cierto que cada sequía que se padece,
nos refuerza y nos prepara mucho mejor para la siguiente, no sólo en
concienciación sino también en infraestructuras cada vez más eficientes y que
de alguna manera se evita el despilfarro de este bien tan escaso en estas
zonas. Pero aún así no podemos perder de vista que los ciclos de sequía
llegaran, aunque no lo podemos asegurar muy bien cuando serán, ni cuanto
duraran, pero sin dar demasiadas voces de alarma, no se puede bajar la guardia
en ningún momento a sabiendas de lo que es este clima mediterráneo.
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