Han sido algunos años los que ha estado imputado por presunto
delito de prevaricación, el que fuera Alcalde de Úbeda Marcelino Sánchez Ruíz, por
el que fue juzgado la pasada semana y por el que la Fiscalía pedía para él una
pena de nueve años de inhabilitación especial para empleo o cargo público. Todo
ello por la firma de un decreto urgente para la contratación de un trabajador
como conductor de vehículos pesados y retroexcavadora "para cubrir una
vacante por vacaciones de su titular", por la necesidad perentoria del
arreglo de los caminos del municipio.
Esta imputación le habrá echo a Marce estar con el corazón
encogido todo este tiempo, de tal manera que cuando haya recibido la noticia
del fallo absolutorio, habrá podido respirar con toda la tranquilidad del
mundo, pues no en vano ya había sufrido la pena de la calle, dejando su
honorabilidad por los suelos y estando señalado por el dedo de mucha gente y
sobre todo su adversario político, como si de un delincuente ya condenado por
el Juez se tratara y por supuesto con su carrera política totalmente truncada.
Si no conociera a Marce como lo conozco, a él y a buena parte
de su familia, entre ellos a su difunto padre, no hubiera estado tan seguro de
que no había cometido delito alguno a lo largo de su dilatada carrera política,
pues seguro que a veces se ha equivocado en la decisión que ha tomado, como
cualquiera lo hacemos muchísimas veces a lo largo de nuestra vida, pero de ahí
a cometer delito alguno, media un abismo, pues Marcelino ha sido siempre un
político ejemplar en todos los puestos de responsabilidad que ha ocupado en su
trayectoria.
En política se demuestra cada vez más que no todo vale, que no
se puede querer matar al adversario para que no te estorbe, porque puede ser
que le ocurra lo que ahora le ha pasado al actual Alcalde de Úbeda, José
Robles, con el caso de Marcelino, y al final termine volviéndosele en contra,
demostrando tener pocos escrúpulos y poco respeto a los adversarios políticos,
pues el tratar de judicializar la política nos lleva a situaciones como esta en
la que se hace un daño enorme a las personas y a las instituciones, que luego
es muy difícil, por no decir imposible de reponer.
Difamar es muy fácil y por lo tanto siempre estará la máxima
aquella de que difama que algo queda, ya que cuando se pone una denuncia de
estas, se hace con toda la intencionalidad del mundo, con el único propósito de
hacer daño para poder arañar un puñado de votos, dejando el honor y la honradez
del denunciado, tirados por los suelos y de tan enorme caída que será muy
difícil por no decir imposible el poder levantarse.
Ahora que ya poco a poco las aguas van volviendo a su cauce, es
necesario reponer el honor de Marcelino. Reponerlo de tal manera que vuelva a
ser para los ojos de todo el mundo la misma persona honrada, trabajadora,
amable y accesible que siempre lo ha sido, realizando una labor inigualable
allá donde ha estado y que la seguirá haciendo desde allí donde este. Pero aquí
ahora queda el dilema de a ver quién es, quién repone el honor de Marcelino
Sánchez Ruíz.
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