El ocho de marzo siempre era el día internacional de la
mujer trabajadora, que de unos años a esta parte ha pasado a ser el día de la
mujer, pero que no ha perdido para nada su carácter reivindicativo que
representaba este día desde sus inicios. Reivindicación que siempre ha tratado
de poner a la mujer en el lugar que se merece, de llevarla en un plano de
igualdad real y efectiva con los hombres, para tratar de alguna manera de romper
o cuando menos minimizar la brecha existente entre unos y otros.
Esta lucha que desde siempre han llevado las mujeres por
conseguir estos objetivos, se asocian últimamente al feminismo y muchos de
nosotros podríamos pensar que el feminismo se coloca en el extremo opuesto del
machismo. Cosa que es totalmente incierta y por supuesto bastante diferente,
toda vez que el feminismo supone una lucha constate por la igualdad de derechos
en la mujer, que no hace nada más que tratar de hacer cumplir para todos, y
para ellas también, lo que sería un derecho fundamental, que no es otro que el
derecho a la igualdad y que nadie pueda ser discriminado por razón de su sexo,
como ahora ocurre en muchos episodios del día a día.
Ninguna mujer tiene que ser más que nadie por el mero
hecho de ser mujer, pero tampoco menos que nadie, porque siempre he pensado que
la valía es cosa de personas y no de hombres ni de mujeres por lo que si
pensamos en personas estamos todos en el mismo plano y se irán subiendo
escalones de manera indiferente ya se sea hombre o mujer y llegando cada cual a
lugar que se merece por su valía en cada una de las facetas de la vida.
Pero para que podamos estar todas las personas en esa
igualdad, o en la misma casilla de salida, todavía se tienen que romper muchos
techos de cristal, todavía hay que derribar muchas barreras que con el paso de
los años se han ido levantando en contra de las mujeres y que les perjudican
seriamente en esa igualdad por la que tanto se lucha y por la que debemos
luchar todo el mundo, ya que esta lucha no es cosa sólo de mujeres, sino
también de los hombres, para que todos podamos ser igual en todos los sentidos
de la vida.
Por eso esta lucha nos compromete a todos y más pronto
que tarde tenemos que romper todas esas barreras que hoy existen, pensando que
las mujeres, que son algo más del cincuenta por ciento de la sociedad, cada una
de ellas debe ocupar el lugar que se merece y que jamás podrán sufrir discriminación
alguna por razón de su sexo, por lo que hay que trabajar bien duro para poder
conseguirlo puesto que en esta lucha estamos todos, desde el primero hasta el
último, tanto hombres como mujeres que debemos aceptar ese contrato social que
permita a cada cual ponernos en nuestro sitio siempre.
A lo largo de los siglos, han sido las luchas de muchas
mujeres, las que les permiten hoy gozar de derechos que en un pasado muy
próximo le fueron negados. Mientras no cambien las sociedades en las que
vivimos, serán básicamente las reivindicaciones y éxitos de las mujeres las que
permitirán seguir avanzando en la igualdad formal o legal en unos casos y en la
igualdad real, de oportunidades y trato en otros.
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