"Actuar es fácil, pensar es difícil; actuar según se piensa es aún más difícil"

LA RAREZA DEL CARNAVAL


El Carnaval, a lo largo de la historia, ha estado asociado tanto a celebraciones paganas como religiosas. Pero, desde una u otra perspectiva, es una fiesta permisiva que suponía unos días de euforia y relajación de las prohibiciones en la sociedad. Hoy día es una fiesta alegre y colorida, de disfraces, música y baile, centrada en la diversión de niños y adultos. El Carnaval como fiesta de origen pagano que se remonta a los tiempos de la antigua Grecia y Roma. Primero se celebraron las fiestas dionisíacas griegas y después las romanas.
El carnaval combina elementos tales como disfraces, grupos que cantan coplas, desfiles y fiestas en la calle. A pesar de las diferencias que su celebración presenta en el mundo, su característica común es la de ser un período de permisividad y cierto descontrol. En sus inicios, probablemente con un cierto sentido del pudor propio de la religión, el Carnaval era un desfile en que los participantes vestían disfraces y usaban máscaras, con el único fin de poder arrancar una carcajada a grandes y pequeños escondidos detrás de un disfraz o de una máscara para perder la vergüenza en un momento determinado.
Esta fiesta de una forma u otra se celebra en el mundo entero, puesto que con  la salvedad de Halloween y la Navidad, el carnaval se enorgullece de ser la fiesta más internacional, disponiendo de representación en los cinco continentes prácticamente. En Inglaterra existe el Carnaval de Notting Hill, un evento anual que atrae a millones de personas y es famoso por sus multitudinarios desfiles callejeros; en Italia, en cambio, disponen del milenario Carnaval de Venecia, que comenzó su andadura en el siglo XI y destaca por sus elegantes bailes de máscaras y un espíritu más sensual que fiestero. En España no somos menos. Los carnavales de Santa Cruz de Tenerife, de Cádiz, de Águilas en Murcia o de Sitges en Barcelona ponen de relieve el gusto del pueblo español por la fiesta, las carrozas y los disfraces.
El Carnaval me parece una de las conmemoraciones o recordaciones más serias del calendario. No por lo que propone como diversión, como aventura fuera de lo común, sino como representación de algo muy entrado en la condición humana. Porque el carnaval, es, fue y será en lo más profundo, reconstrucción de un acto social que en muchos lugares del universo mundo venía a recordar al ser humano que en el mundo ni hay justicia ni hay nada, y que existe un submundo mísero e infeliz que espera este tiempo de las Carnestolendas para burlarse de la propia sombra. Cuando los esclavos alcanzaban el tiempo esforzado y burlesco de los carnavales, lo que hacían si se disfrazaban, y controvertía, la realidad, era arremeter contra los valores establecidos, mostrando su forro dramático y descubriendo su verdadero espíritu de resuelta guerra interior contra lo impuesto por la ley. Más que la fiesta y su exaltación, me atraen sus símbolos y convenciones: la máscara, la noche, la inconsciencia, la fuga de la razón y del tiempo. Su melancolía. 
Pero a pesar de esta rareza del carnaval, estos días hay que tomárselos con alegría y buen humor para que podamos ser cómplices y disfrutar de la semana de carnaval que casi sin darnos dará paso a la cuaresma para que poco a poco nos vayamos adentrando en la primavera, con la que nos llegará el buen tiempo del que seguro que también vamos a disfrutar.

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