"Actuar es fácil, pensar es difícil; actuar según se piensa es aún más difícil"

EL CUARTO MUNDO


Todos hemos oído hablar siempre del tercer mundo y de las calamidades que en él se pasan por la mayor parte de la población que lo habita. Pero en rara ocasión hemos oído hablar del cuarto mundo y casi nadie sabe a qué se puede referir este término o que es lo que engloba tan magra expresión, que lo más seguro es que muchas personas sea la primera vez que la escuchan en la lectura de este artículo.
El término cuarto mundo se refiere a la población que vive en condición de desprotección, marginación o riesgo social en áreas pertenecientes al mundo industrializado. También se habla de cuarto mundo para separar a los países en estado de marginalidad y precariedad absoluta de los países en vías de desarrollo y de los emergentes. Las tesis sobre la desigualdad afirman que este fenómeno es una consecuencia de la desigual distribución del ingreso; esto va minando las débiles estructuras socio-económicas del mundo subdesarrollado provocando la migración de sus habitantes al primer mundo y el caos e ingobernabilidad en las mismas naciones pobres de las que millones de personas arrancan o son expulsadas. En este primer mundo, quedan excluidos del Estado de bienestar, y es justamente la violencia generada de la injusticia social la que ha puesto en crisis actualmente la mayoría de las instituciones sociales incluida la idea de democracia.
Son en definitiva, aquí o allá, los miembros de un gigantesco y planetario cuarto mundo que se cuenta por millones y que integra a todos los marginados: ancianos y niños abandonados, trabajadores explotados con sueldos de hambre, ex trabajadores sin cobertura de desempleo ni derechos laborales, personas que por carecer hasta del derecho a la alimentación se encuentran en situación de precariedad extrema, exclusión y abandono social.
Por lo tanto si el cuarto mundo es la población que vive en condición de desprotección, no hay que ser demasiado avezado, para darse cuenta que el cuarto mundo puede estar en cualquier esquina o cualquier barrio de nuestros pueblos y ciudades, pues esta tan manida y desproporcionada crisis, a sumido en la marginalidad a una clase trabajadora que hace unos años se le llamaban con tono despectivo mileuristas, y ahora pensamos en quien los pillara esos mil euros.
Durante siglos y en todo el mundo, la sociedad ha construido monumentos en memoria de tanto sufrimiento y heroísmo. Llevamos a cabo ceremonias para honrar a aquellos que han sufrido injusticia o han muerto luchando contra ella. A través de esto, recordamos a quienes han padecido y resistido a la guerra, esclavitud, opresión y genocidio con la esperanza de “nunca más”. Pero, ¿cuándo recordamos el sufrimiento y la injusticia que la extrema pobreza impone a las personas cuya resistencia es ignorada? Están enterrados en tumbas anónimas. Sus barrios son borrados de nuestros mapas. Sus palabras han sido olvidadas. Aprender de aquellos que reflexionan día y noche sobre la miseria y buscan el sentido profundo de la vida, la justicia y la paz es construir la confianza y avanzar juntos hacia un mundo del cual estaremos todos orgullosos. Un mundo donde todos los seres humanos tendrán la libertad de hablar y creer, liberados del terror y de la miseria.




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