Hace unos días,
se apagaba la voz serena y pausa de Santiago Carillo a sus 97 años de edad, nos
dijo adiós una de las personas más relevantes de la reciente historia de España
y pieza clave de toda la transición Española. Que supo con un talante
conciliador ir poco a poco apaciguando odios y rencores para que en España se
pudiera vivir paz y tranquilidad.
Tras la
dictadura franquista, Santiago Carrillo fue el comunista de la reconciliación y
antepuso siempre el interés de una España que un día le obligaron a abandonar,
por el interés suyo propio. Hubo quien no lo entendió en su día y hubo quien no
entiende ahora por qué Carrillo adoptó esa posición de mirar hacia delante, aceptar la Monarquía
y aparcar la reivindicación de una tercera República para lograr la
legalización del PCE en abril de 1977 de manos del presidente Adolfo Suárez.
La práctica
política moderada de Santiago Carrillo no contó, sin embargo, con la aceptación
de todos. Sabido es que, junto al sistema autonómico consagrado por la
Constitución, la legalización del PCE por Adolfo Suárez estaría en la base del
golpe del 23-F de 1981. Tampoco en sus filas: el distanciamiento de Moscú y la
condena de la invasión soviética de Praga, en 1968, fueron motivo de
escisiones. La derrota de 1982 fue la victoria del PSOE de Felipe González.
Relegó a sólo cuatro escaños a los comunistas, lo que determinó el final de
Santiago Carrillo al frente del PCE. Entre los intereses de su partido y los
intereses generales de los españoles, optó por los intereses generales de los
españoles; la Transición, con toda seguridad, habría sido distinta si Santiago
Carrillo no hubiera tomado una decisión trascendente.
A poco que uno
fije sus ojos en el mapa político de la España del siglo XX se da cuenta de la
grandeza, el tamaño y la altura de una clase política que derrochó talento y
generosidad, también cualidades para ejercer el poder del que se nutre, sin
duda, el espíritu democrático del que hoy disfrutamos. Persona que, aun
creyendo sin fisuras en sus ideas, fue capaz de imaginar una España mejor y
dedicar su vida entera al servicio público. Emociona leer cómo se enfrentó, a
su papel con la historia y cómo ejerció esa responsabilidad en el momento de
tomar decisiones (casi nunca fáciles) en un país tan dado a entregarse al
exceso.
Dirigentes de
todo el arco parlamentario rinden tributo al exlíder del PCE y destacan su
talla histórica y su generosidad durante la Transición. Santiago Carrillo se
dejó la piel en la consecución de la democracia, al comunista que apostó
fervientemente por la reconciliación nacional. Al entrar en la sala el último
grupo de ciudadanos que quería rendirle homenaje, se escuchó uno de esos
aplausos que hielan la sangre, que erizan la piel, que estremecen el alma. Un
aplauso de casi cinco minutos, fuerte, impresionante, imponente. Un aplauso de
eterna despedida a un personaje ya eterno: Santiago Carrillo.
A muchos nos
dejaba con la boca abierta al escucharlo hacer con tanta claridad y lucidez los
análisis de la convulsa situación que vive el mundo en general y España en
particular, los que a buen seguro vamos a echar de menos en los próximos meses,
porque realmente personas de esta talla fueron imprescindibles en un momento de
la historia de nuestro país, y debería haber muchos Carrillos en los tiempos
que vivimos, que seguramente nos iría mejor a todos. Descanse en Paz Don
Santiago.
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