Los que de
una u otra manera nos encontramos vinculados al medio rural, nos vamos dando
cuenta como poco a poco, nuestros pueblos se van quedando cada vez más vacíos. Vemos
como de manera lenta pero paulatina y como se de un goteo se tratase, la gente
va saliendo de ellos para buscar mejor fortuna en otros lugares de nuestra
provincia o de tal vez fuera de España, cerrando viviendas, que muchas de ellas
cuentan con siglos de historia y abandonando, vendiendo o arrendando las
tierras o los pocos olivos que algunos de ellos tienen en el pueblo, la mayoría
de las veces consecuencia de una herencia familiar.
La
emigración es una factor demográfico, íntimamente ligado al empleo y al
bienestar de las personas, quedando meridianamente claro, que cuando una
persona hace la maleta y se marcha del pueblo que lo vio nacer, es por en él no
tiene las prestaciones que desea, que necesita, o sencillamente porque no puede
vivir en él, lo que le obliga, casi en todos los casos en contra de su
voluntad, tener que a regañadientes, tomar la decisión de marcharse, para
iniciar una nueva andadura, donde el futuro sea algo más prometedor.
La verdad
es que en varias ocasiones he tenido la oportunidad de viajar por Castilla y
Aragón, y me sorprendía cuando llegaba a algunos pueblos y me los encontraba
vacíos, con las escuelas derruidas y las puertas de las iglesias tapiadas.
Situación ésta que me parecía inconcebible para los pueblos de la provincia de
Jaén, pero hoy algo más de una década después, veo que esa imagen de los
pueblos vacíos o totalmente envejecidos, no está tan lejos como yo me creía,
sino que todo lo contrario, que cada vez se acerca más, y que lo que a mí me
parecía impensable, puede ser que terminemos viéndolo y no demasiado tarde en
alguno de nuestros pueblos.
Cuando en
un pueblo la gente empieza a marcharse, se entra en un círculo vicioso y una
espiral que resulta bastante difícil de poder pararla, acentuándose y
gravándose cada vez más la situación, día tras día, pues se comienza por perder
financiación municipal, y con ello buena parte de los servicios, a lo que sí le
sumamos el que esté algo alejado, casi con toda seguridad, llevará aparejado el
que las vías de comunicación serán deficitarias y bastantes tortuosas para
permitirnos desplazarnos de un manera rápida y ágil.
La voz de
alarma ya está dada por muchos expertos y en muchos foros, con lo que ahora no
podemos mirar hacia otro lado y las administraciones, todas ellas, empezando
por los Ayuntamientos, la Diputación, la Junta de Andalucía, el Gobierno de
España o la Unión Europea, tienen que aunar esfuerzos para parar este declive
de que la gente, con dolor y tristeza, pero sin quedarles más remedio, tengan
que salir de sus pueblos, para no saber si algún día podrán volver a él.
Quizás sea
el momento de desempolvar la Ley 45/2007, de 13 de diciembre, para el desarrollo
sostenible del medio rural, que se aprobó en su día y que prácticamente ni tan
siquiera se ha desarrollado, dejando aparcadas una serie de medidas, que hoy
por hoy y con estos antecedentes serían imprescindibles, para que se pudiera de
verdad y sin ambages desarrollar un medio rural, que lleve a que se fije la
población en el territorio, porque en él se está generando empleo y riqueza.
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