Escuchando las noticias de un
conocido matinal informativo, de una no menos conocida emisora de radio, decía
que el que ha sido Presidente de la Real Federación Española de fútbol, se daba
paseos por el patio de la cárcel de Soto del Real. Noticia que nadie podría ni
imaginar tiempo atrás y ni muchos menos, contra el todo poderoso presidente del
deporte rey. El que de manera escurridiza se había escapado de otras muchas fechorías
y trastadas que todos hemos podido ver perplejos y con cierta resignación, por
tratarse de un deporte, que a estas alturas más que un deporte, parece ser un
amasijo de dinero de dudosa credibilidad.
Salvando la presunción de
inocencia, la verdad es que en este país la corrupción ha afectado sobre todo a
lo público, cuyos poco escrupulosos representantes han metido a conciencia mano
en la caja con el pretexto de que los partidos políticos tienen que
alimentarse. Las autonomías y los ayuntamientos se han convertido en
instituciones sospechosas y han recibido el desapego de buena parte de la
ciudadanía (cuando de corrupción se trata, las generalizaciones son
inevitables: pagan siempre justos por pecadores). Pero no se ha parado ahí el
contratiempo: también algunas de las instituciones semipúblicas, sociales y
corporativas de alcurnia y altura como la RFEF se han convertido en cuevas de
ladrones. Y que nadie argüya desconocimiento o sorpresa: muchas voces han
clamado contra la corrupción en la sede del fútbol federado; su jerarca estuvo
sospechosamente cerca de los malandrines que se lo llevaron crudo en la FIFA y
en la UEFA (Platini, Blatter); y Transparencia Internacional había advertido
varias veces de la opacidad intolerable de un órgano que manejaba dinero
público.
Esto hace que la sociedad en
general repudie a los políticos en primer lugar y ahora a los dirigentes
futboleros en segunda instancia, pero realmente todo no es así como parece,
pues antes con los políticos parecía que todos estaban aquí para forrarse, como
da la sensación que hacían estos dirigentes. Pero entre unos y los otros
siempre hay, y habido hombres y mujeres honradas y honrados, que han estado
aquí de servidores de lo público, para que esta sociedad se pudiera ver
beneficiada de sus hechos y decisiones que de una manera honrada, por el bien
común siempre han tomado, por lo que ahora que se trata de generalizar, no
sería justo.
Eso sí, la justicia tiene que ser
implacable con los políticos corruptos y con los dirigentes futboleros que
también lo sean, aplicándoles las leyes con contundencia, para que el deporte
rey vuelva a ser eso, el deporte rey, y no se vea como una mafia en la que
mientras unos pocos nadan en la abundancia, al resto se les hace más complicado
y difícil el abrirse un hueco en este campo, pues como parece ser que ocurre,
los éxitos económicos están por encima de los deportivos, de tal forma que las
decisiones se toman en función del reporte económico en lugar del deportivo.
Esto no se puede quedar impune y
si Ángel María Villar, ha cometido alguno de los delitos de los que se le
acusa, tiene que ser juzgado con todas sus garantías y si resulta culpable debe
pagar por ello, pues convine recordar que todos somos iguales ante la ley y por
supuesto que la justicia también tiene que ser igual para todos sin miramiento
alguno.
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