
La
República aprobó una Constitución en diciembre de 1931 que incluso en algunos
aspectos era más progresista que el texto vigente en la actualidad, fruto de la
Transición. La Constitución de 1931 amparaba grandes derechos que colocaron a
España como uno de los Estados más progresistas en el ámbito internacional en
ese momento. Fue en estos años gloriosos en los que se vislumbró luz y
esperanza con el advenimiento de un periodo más ilustrado, que con anterioridad
no se disfrutó. Este texto, que declaraba al nuevo
Estado español como una "República democrática de trabajadores de todas
clases" concedía el sufragio universal masculino y femenino:
efectivamente, tras un largo y complejo debate en las Cortes, las mujeres
españolas obtuvieron el derecho de voto. Esta Constitución también legalizó el
divorcio y equiparó los llamados hijos ilegítimos con los legítimos. Dejó el
poder judicial en manos de los tribunales de justicia y por primera vez en la
historia se fijó el derecho de las regiones a establecer Estatutos de
Autonomía. Desgraciadamente la República, dicen, era una democracia inmadura y,
por ello, derivó en la rivalidad entre facciones de una similar ideología, una
desunión que fue clave para la victoria de la tradición conservadora.
Todo
esto desapareció con la caída del régimen democrático que existía en nuestro
país, sustituyendo esta progresista Constitución por unas leyes que lo único
que nos trajeron fue represión y la mayor desigualdad entre clases que jamás se
ha producido sometiendo a la población al mayor atropello de los derechos y
libertades públicas que los ciudadanos y ciudadanas de este país han vivido.
Hoy
se sigue sin dar carpetazo o solución a aquellos episodios violentos que
dividieron a España en dos mitades, la de los vencedores militares golpistas
apoyados por la derecha de siempre, con el beneplácito y la bendición de la
iglesia católica, y la de los vencidos que fueron los defensores de la
legalidad vigente del gobierno de la Segunda República. Hoy todavía siguen muchos
muertos enterrados en las cunetas y en las fosas comunes de los cementerios,
sin que sus familiares tengan un lugar claro donde poder honrar sus restos, y
mientras tanto esto ocurra, muchos recordaremos la república con anhelo y deseo
de lo que pudo ser y no fue y en lo que al final derivo todo.